El Lindero XVIII

INTRODUCCIÓN
Es un enunciado que en 1723 el ministro presbiteriano escocés James Anderson [Aberdeen 1679-Londres? 1739] en su condición de capellán de Logia1 y en conjunto con el académico protestante francés-inglés Jean Theophile Desaguliers [La Rochelle 1683-Londres 1744] redactaron a solicitud2 del Duque de Montagú3 La Primera Carta Constitucional para poner orden y mejor entendimiento en la naciente masonería especulativa. Parte de estas Constituciones contenían un ordenamiento patrón a modo de Dei Legis que pasó a denominarse Landmarks, esto después de que Albert Pike las compendiara tiempo después4 extractando todo en veinticinco premisas a modo de axioma; Pike parte de un deliberamiento subjetivo propio basado más en el apasionamiento que en el razonamiento. Como este hecho se sitúa en un episodio transicional de la historia del mundo y de la humanidad Pike, no tuvo en cuenta que la sociedad es un organismo dinámico y que la humanidad es un sistema evolucionante y progresivo en todos los campos en donde el ser humano participa.
Estos Landmarks ó linderos han llegado hasta hoy defendidos y escudados de forma férrea y ciega por un sector de la masonería auto denominada regular, el cual hoy por hoy ha caído totalmente en contra del avance de la humanidad en todos los campos, desde el científico hasta el humanista, desde el militar hasta el político; este atrincheramiento beodo ya no tiene razón de ser en el siglo XXI, cerrar los ojos a la realidad y oponerse tozudamente al cambio y al progreso y a su tecnología -cada vez más raudo- es propio de hombres brutos de la edad de piedra que de hombres de la edad moderna que trabajan su piedra bruta. Aquí se desea abarcar un aspecto puntual dentro de los Antiguos Linderos, específicamente, del Landmark XVIII del cual se deriva que la mujer no puede pertenecer a la Orden Masónica, aunque en realidad existe un dualismo o ambigüedad en su texto.
XVIII: “Certain qualifications of candidates for initiation are derived from a Landmark of the Order. These qualifications are that he shall be a man, unmutilated, free born, and of mature age.” (Anderson, 1723, cita textual de Landmarks).
XVIII: “Ciertas calificaciones de los candidatos para la iniciación están derivadas de un Lindero de la Orden. Estas calificaciones son que debe ser un hombre, no mutilado, nacido libre, y de edad madura” (Traducción literal).
1 Los capellanes de logia eran ministros en actividad que asistían a las logias cuando su presencia como reverendo era requerida, y daban fe de la idoneidad de los candidatos y de otros tantos asuntos.
2 El 29 de septiembre de 1721
3 Gran Maestro de la Gran Logia de Londres (Primera Gran Logia de la francmasonería moderna)
4 Las Constituciones fueron editadas y reimpresas por Benjamín Franklin en Philadelphia en 1734, convirtiéndose en el primer libro Masónico impreso en América.
Rev. James Anderson
Rev. John Desaguliers
En primer lugar debemos notar aquí que los sustantivos, adjetivos y ciertos artículos usados en el idioma inglés no tienen género (masculino ó femenino); así mismo, la utilización del término man -hombre- no es exclusivo, ni limitativo en el caso de referirse al segmento masculino; en tal caso se usaría el término male -varón- en el caso de humanos y, genéricamente macho hablando zoológicamente. Además existen en inglés vocablos tales como mankind – humanidad- que literalmente se traduciría ‘clase de hombre’, en los que el uso en cuestión del término es genitivo universal y no exclusivo masculino.
En el año 1723 Anderson y Desaguliers, quienes fungían de capellanes en logia siendo pastores en actividad, establecieron por deducción y dogmáticamente que la mujer no podía ingresar a la masonería y, esta regla, establecida como una pseudo costumbre, se ha trasmitido invariablemente en algunos Grandes Orientes y Logias de raigambre inglesa desde ese entonces hasta nuestros días.
Muchas pueden haber sido las razones de ello; en esa época la mujer en general, no era admitida en las actividades económicas, productivas y sociales, y no se le permitía el acceso a la educación o la participación en los debates cotidianos. No obstante, esta situación ha variado considerablemente y hoy, en nuestra época, no podemos argumentar (sino llevados por una vil u oscura ignorancia), ni siquiera una razón lógica que justifique moral y éticamente la exclusión de la mujer en cualesquiera de las diferentes actividades de vida societaria y muy particularmente en la Masonería.
Antes veamos que debemos entender en realidad por Lindero.
SOBRE LOS LINDEROS.
Los Landmarks de la Masonería son los principios por los que está delimitada la Orden, es decir, lo que la separa de las demás sociedades y asociaciones, y sin los cuales perdería su identidad. Algunas Grandes Logias reconocen diferentes cantidades de Landmarks, así que vamos en primer lugar a tratar de entender lo que es un Landmark.
En los tiempos antiguos, era la costumbre de marcar los límites de las tierras por medio de pilares de piedra, su eliminación por personas malintencionadas provocaba una gran confusión. Estos hitos eran la única manera por la cual los hombres podían distinguir los límites de su propiedad con la de sus vecinos; eran sus puntos de referencia. Por tanto, se puede considerar a esas marcas peculiares como aquellas por las que podemos bosquejar nuestra herencia, de tal forma que defina lo que nos será sucedido.5
En su libro de 1772, Masonry Illustrations, el francmasón Inglés, William Preston (1742-1818), utiliza claramente el término Landmarks como sinónimo de los usos y costumbres establecidos de la Orden Masónica6.
5 The Workman, Vol. III, Vol. 10, March 2012; Grand Chapter of Royal Arch Masons of the State of California.
6 Se refiere al ritual del Grado de Maestro Masón, como la preservación de los antiguos Landmarks.
Landmark ó hito de piedra en Escocia
Ciertos masones especulativos han hecho otros intentos de definición de Landmarks masónicos. Uno de esos primeros intentos fue por el conocido francmasón norteamericano, Albert G. Mackey (1807-1881) de Carolina del Sur, quien en 1858 en su publicación A Textbook of Masonic Jurisprudence, define a los Landmarks en gran detalle.
En esta publicación Mackey divide a la Jurisprudencia Masónica dentro de tres categorías: Landmarks, Regulaciones Generales y Regulaciones Locales. Él establece que ‘las Leyes no escritas y adoptadas por la masonería a modo de uso o tradición son en sí Landmarks’. Así, él define al Reglamento General y Local como la ley escrita, la que es determinada por una autoridad masónica general o local.
Él afirma que uno de los requisitos de un Landmark es que debe haber existido desde tal tiempo en que la memoria de hombre no corre en sentido contrario [traducción literal]. Por lo tanto, él lista la antigüedad de la costumbre o tradición como una de las características más importantes. Mackey también identifica a la universalidad de la costumbre masónica y su permanencia, como requerimiento adicional para que una ley sea considerada como un Landmark.
Por tanto, Albert Gallatin Mackey, identifica cuatro criterios para que una ley o costumbre de la Fraternidad sea considerada como un Landmark: que sea una ley o costumbre no escrita, que deba ser de antigüedad considerable, que sea universal, y que no se pueda cambiar; en palabras llanas: tener una antigüedad inmemorial, universalidad y permanencia.
Muchos autores masónicos han cuestionado la lista de Mackey, uno de los más significativos es Roscoe Pound (1870-1964). Pound, quien fue decano de la Facultad de Derecho de Harvard. Propuso su propia lista, más corta, de unos siete y posiblemente con unos dos más. Tomando estos nueve posibles Landmarks, Pound ha mantenido, con algunas modificaciones, los Landmarks de Mackey 3, 10, 14, 18, 19, 20, 21, 23 y 24. Eliminando los Landmarks 1 y 2, que muchos consideran fundamentales para la masonería, así como al Landmark 25, que establece que los Landmarks no pueden ser cambiados. Para tal fin él da la siguiente justificación de su reducción:
“Cuando, por tanto, reconocemos una categoría importante en la costumbre establecida ley la misma que no es verdaderamente inalterable7, pero sí intitulada al más alto respeto y prestigio como un elemento tradicional de nuestro ordenamiento jurídico masónico, así somos capaces de disponer a la vez de muchos temas controversiales en vez de reducir el asunto a un plano que elimine las aristas más importantes del desacuerdo”. [Traducción literal]
7 Se refiere a que categóricamente los fenómenos sociológicos que rigen la vida social modifican las reglas de convivencia y por lo tanto las leyes que regulan esa convivencia no son inmutables.
Albert G. Mackey
Roscoe Pound
Consecuentemente, los criterios de Roscoe Pound reverencian al método de Mackey pero, proveen que Landmarks deben ser aquellos usos que constituyan el tejido mismo de la organización y que por tanto, no causen desacuerdos y discrepancias entre los hermanos8.
Pound enfatiza que se debe notar que algunos documentos que precedieron la definición de los Landmarks por Mackey se usaron en el sentido de que eran los usos y costumbres establecidos de la orden, sin definir previamente el contenido de los mismos.
Contestando a la pregunta: ¿Qué constituye un Landmark masónico?, el investigador masónico inglés Harry Carr (1900-1983), un Past Master y el ex secretario de la Logia Quatuor Coronati N º 2076, en Londres, especifica dos puntos esenciales:
• Un Landmark es tal que debe de haber existido desde un momento tal que la memoria del hombre no corre en su contrario.
• Un Landmark es un elemento en la forma o en la esencia de la Sociedad [masónica] de tal importancia que, la Francmasoneríai ya no sería Francmasonería si se eliminara.
Adoptando estos principios, Carr produce una lista de 5 Landmarks. Esta lista conserva 4 Landmarks de Pound (1, 2, 3 y 7), introduciendo con ellos “lealtad a la soberanía y a la Orden” y elimina los Landmarks 4, 5, 6, 8 y 9.
Una expresión aún más cínica de los Landmarks fue hecha en Inglaterra por otro eminente investigador masónico, Robert Freke Gould (1836-1915):
De los antiguos Landmarks se han observado con más o menos base la siguiente verdad: Nadie sabe lo que comprenden u omiten, ya que no son de ninguna autoridad terrenal, porque cuando un adversario desea silenciarte todo es un Landmark, pero para él nada es un Landmark que se interponga en su propio camino.
La Gran Logia Unida de Inglaterra (GLUI) nunca ha enumerado una lista de los Landmarks, y es porque esto es fundamental, el único Landmark especificado por la GLUI es el siguiente: La creencia en la existencia de un Ser Supremo. Esto es debido a que no hay una lista definida, todo lo que podemos determinar es que una creencia profesada en el GADU es un Antiguo Landmark de la Orden y el único definido específicamente como tal por la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Por otra parte, en Inglaterra, la Regla 4 del Libro de las Constituciones deja claro que sólo la Gran Logia Unida de Inglaterra puede modificar las leyes y reglamentos para el gobierno de la Orden. Esto no ha impedido, sin embargo, que otras Grandes Logias formulen sus propias reglas y reglamentos, que no son siempre consistentes con los de la GLUI y con el único Landmark definido por ésta, que se requiera una creencia en el GADU. Por esta razón, las distintas Grandes Logias se suscriben a un sistema de mutuo reconocimiento, por el cual cada uno considere al otro “regular” o “irregular”, o en amistad los unos con los otros.
8 La masonería ó francmasonería es una asociación eminentemente fraternal y universal, (Grandes Constituciones).
Robert Freke Gould
La dificultad en definir los Landmarks ha sido muy debatida desde la formación de la primera Gran Logia en 1717. Quizás por ser un tema tan contencioso, la Gran Logia Unida de Inglaterra ha ido más allá, definiendo un único Landmark -citado más arriba-, aunque esto no ha sido el caso en el extranjero, especialmente en los EE.UU. Una sugerencia es que debemos ver los Landmarks como algo fundamental, desde tiempo inmemorial, que puede ser descubierto, pero no creado, modificado, alterado, mejorado, o destruido.
ESCENARIO MASÓNICO SEL SIGLO XVIII
En el Londres de 1717, cuatro logias de entre las muchas existentes estaban ya integradas por muy pocos masones operativos y por muchos masones especulativos que no eran otros que hermanos aceptados sin ser del oficio. Estas logias eran el caldo de cultivo perfecto para las ideas liberales pues brindaban un ambiente lícito para debatir el pensamiento con mayor libertad.
John Locke (1632-1704) en su Ensayo sobre el entendimiento humano, publicado unos cincuenta años antes de la fundación de la Gran Logia de Londres, abre las puertas a una nueva forma de considerar al hombre, ya no como un elemento del régimen patriarcal de la Edad Media, sino como un integrante de las Guildas9 que le eran necesarias para ser más fuerte. Son los albores de La Ilustración y comienza a imponerse una concepción antropocentrista. El hombre vale como individuo y no como integrante de una familia o de un gremio. El inglés Francis Bacon (1561-1626) proclamó la preeminencia de la investigación científica. René Descartes (1596-1650) lanza su revolucionario pienso, luego existo.
La ilustración, a pesar de sus ideas liberales, no logró abstraerse al machismo medieval. La mujer siguió teniendo como función principal, dentro de la sociedad, la de ser madre. La exhortación a ampliar conocimientos era dirigida solamente a los hombres, mientras que las mujeres continuaron sometidas a una educación llena de prejuicios, la mujer se encontraba siempre sujeta a la voluntad de sus padres y luego del matrimonio a la del esposo, quien inclusive tomaba posesión y acción administrativa y ejecutiva sobre su peculio o su heredad; es decir la mujer no tenía personería alguna salvo la de ser madre y decidir sobre la hacienda casera. He aquí la causa por la cual se estableció que las Logias deberían estar integradas sólo por hombres.
EL ROL DE LA MUJER EN EL SIGLO XVIII
9 Guilda (del antiguo neerlandés gilde) es una corporación de mercaderes o comerciantes; su forma habitual de asociación durante la Baja Edad Media (siglos XI al XV). Funcionaba institucionalmente de forma equivalente a los gremios de artesanos, es decir, como la reunión de un grupo de personas que comparten una actividad común, eligen cargos directivos, se dotan a sí mismos de reglas determinadas que obligan a todos ellos y comparten los mismos derechos o libertades. Los mercaderes enriquecidos de las guildas, aunque no podían formar parte de los estamentos privilegiados, sí podían alcanzar una alta posición económica.
La mujer durante siglos ha luchado por su emancipación y la conquista de sus derechos, y hay que reconocer que, día tras día, va imponiéndose en todos los ámbitos. En 1717 fue creada la Gran Logia de Inglaterra, y el Pastor Anderson les rehusó a las mujeres el derecho a la iniciación por esta razón: que era necesario ser libre y de buenas costumbres; y en efecto, en aquella época las mujeres vivían bajo la tutela masculina, es decir la del padre y después del matrimonio la del esposo, y por ello no se las consideraba libres.
Si acudimos a los orígenes de la Masonería moderna, y nos situamos en su momento histórico, la sociedad europea de los siglos XIV y XV, vemos que, salvo excepciones, la mujer tenía un papel secundario en la sociedad, la familia, la iglesia y el Estado. Por lo tanto, no es de extrañar que en los documentos antiguos, los Old Charges de las hermandades de canteros y talladores de piedra, la mujer estuviera excluida de la Logia, lugar donde se discutían las cosas del oficio. A pesar de todo esto, también es cierto que no en todas partes y de la misma manera se materializó esta exclusión. Hay constancia de mujeres que participaron y compartieron la dureza del trabajo de las canterías, normalmente viudas o hijas de canteros.
En el siglo XVII, en el periodo final de la Masonería operativa se desarrolla la Masonería especulativa, y se introduce el componente iniciático de influencia hermética y alquímica. Los primeros documentos constitutivos de esta Masonería especulativa establecen que para ser Masón, es preciso ser hombre libre y de buenas costumbres. Aparte de la consideración de ser hombre o mujer, se establece que el solicitante debe ser libre en atención a que debe tener ingresos pecuniarios propios que le den una autonomía económica. En términos sociales, para la mujer esta independencia económica no llega hasta su incorporación masiva al mundo laboral, a mediados de este siglo XX.
Sin embargo, las mujeres pronto se sintieron atraídas por la Masonería. En Francia, ya en tiempos de Luis XIV y Moliere, las mujeres cultas se reunían en sus salones para debatir, solas o con hombres, los temas intelectuales en boga. A comienzos del XVIII, cuando el albor de la Masonería especulativa reunía a los Hermanos en las Logias, ni Roma, ni las mujeres pudieron soportar la idea de estos hombres hablando a puerta cerrada. Por lo que respecta a Roma, decidió excomulgarles. Las mujeres, en cambio, ejercieron la presión suficiente para que naciera la Masonería de adopción, la Masonería mixta y la Masonería femenina.
Sin embargo, es obvio que describir la historia secular de la Orden, es describir a una época en la que la mujer quedaba
Mujer cantera esculpiendo la piedra
Mujeres marchando rumbo a Versalles el 5 de octubre de 1789
Una de las primeras Logias de adopción en Francia
explícitamente excluida, lo que dio paso en la actualidad a dos tipos de Masonería. Una que ha superado esa exclusión, y la tradicional, todavía no adaptada a la evolución natural de la sociedad y a lo que es más grave: la consideración de la mujer como una persona humana, libre y con igualdad de derechos, incluido la pertenencia a la Masonería. Acertadamente, se puede decir que no será difícil aceptar que el principal descubrimiento de los últimos tiempos, el que más ha impactado a la sociedad occidental y el que más está transformando los usos y costumbres, es, sin duda alguna, el descubrimiento de la mujer como persona libre y de igualdad de derecho con respecto al hombre.
LA TRADICIÓN MISÓGINA: DOGMA FUNDAMENTALISTA APOSTÓLICO
114. Simón Pedro les dijo: « ¡Que se aleje Mariham10 de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo».11
EPÍLOGO
Después de decir todo esto, Mariam permaneció en silencio, dado que el Salvador había hablado con ella hasta aquí. Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: «Decid lo que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas». Pedro respondió hablando de los mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: «¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros. 18 Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro: «Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?
Entonces Leví habló y dijo a Pedro: «Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador».
Luego que [Leví hubo dicho estas palabras], se pusieron en camino para anunciar y predicar.12
En el siglo XIX y XX las mujeres lograron el acceso al sufragio, a competir en el mercado laboral, a recibir e impartir enseñanza superior, a la propiedad, a participar en política, a ingresar y ser cuerpo activo en las fuerzas armadas y policiales; es decir, están en la praxis equiparadas al varón. Pese a esto continúan
10 Mariham, forma escritural que se refiere a María de Magdalá (ó Magdalena).
11 El Evangelio según Tomás. Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero,
12 El evangelio según Mariam. Fuente: Textos Gnósticos – Biblioteca Nag Hammadi II, por Antonio Piñero. Editorial Trotta. (Nota: la numeración del fragmento copto corresponde a las páginas del manuscrito).
Jesús y María Magdalena, nótese que María presiona el nudillo del dedo mayor de la mano derecha de Cristo.
existiendo aún algunos dominios privados en los que la mujer no puede entrar en igualdad de condiciones que el varón, no me refiero a aquellas actividades de índole privado que se auto definen como masculinas porque tienen la libertad y el derecho de constituirse con tal determinación de origen, al igual que podrían hacerlo por su parte las mujeres. Más bien quiero referirme a aquellas instituciones que tienen un rol social importante y destacado en la sociedad y que por ello intervienen de forma directa sino indirectamente en la construcción del mundo en que vivimos. La mujer tiene el derecho, y ahora tiene hasta el deber, de estar presente en toda actividad que participa en esta construcción, no solo por ser una habitante usuaria y destinataria igualmente de ese mundo, sino también porque el ejercicio de su actividad detenta un aporte que enriquece y una experiencia que enaltece al varón, y que difícilmente pueden adquirirse de otro modo.
Ejemplos de estas instituciones referidas son aquellas organizaciones cuyas formas y estructuras están fuertemente regidas por una tradición, como pueden ser algunas Iglesias y algunas sociedades iniciáticas, siendo éste el caso testimonial concreto de la Francmasonería. La Masonería moderna es una sociedad iniciática heredera basada eminentemente sobre su tradición, su simbología y alegorías, su léxico, sus ritos y su método, a la vez que sus principios recogidos y sus fines adoptados provienen de una tradición que se respeta ad literam.
En estas sociedades parece que el elemento tradicional es un freno a la evolución, que cierra el paso a la mujer. No obstante, un análisis más profundo sobre este concepto puede revelar que el conflicto entre Tradición y Cambio, se debe más a la interpretación que se hace de la Tradición, que a su concepto en sí mismo.
En efecto, tradición si nos atenemos a las definiciones clásicas, no es otra cosa que la transmisión, generalmente oral y conductual, de generación en generación, de hechos históricos, doctrinas, leyes, costumbres, etc., que un pueblo ó colectivo determinado realiza a partir de lo considerado más representativo y particular de su sistema de conocimientos y creencias. De tal forma que hoy en día poco sería lo que se tendría que transmitir como tradición si los enriquecimientos sucesivos a lo largo de su propia historia no se hubieran ido abultando y matizando a ese cuerpo cultural que ahora es la tradición.
Por tanto, la incorporación de nuevas soluciones a nuevos problemas, es la forma en que nuestro pasado resuelve nuestro futuro; mejor dicho, por una parte, el respeto a nuestra historia, y la añadidura de nuevos contenidos actualizados ó modernizados, por otra, son los dos elementos constituyentes de toda tradición.
Es de igual importancia el saber interpretar a la tradición para que ésta no sea letra muerta, lata e inservible, sin ninguna utilidad. Hay que tener en cuenta que lo que nos hace perder desde un poco hasta mucho de la perspectiva de los cambios y que se van aunando a la tradición, es la tremenda lentitud con que se gestan y se incorporan al sistema.
Esta prudencia no es gratuita; de ella depende la supervivencia de la institución; por eso el proceso de incorporación de lo nuevo debe cumplir ciertos requisitos. Primero debe verificarse que la innovación sea beneficiosa para el grupo o la institución; segundo, es necesario depurar la expresión del elemento que se introduce; y, por último, hay que esperar que el tiempo verifique esa necesidad de cambio. Entonces, por consecuencia la tradición no está enfrentada con el cambio, siempre que se entienda esto como el resultado dialéctico entre el grupo o institución en cuestión y su entorno.
El fundamentalismo Católico consideraba a la mujer como traedora de la muerte
Sin embargo, para la actitud «tradicionalista», la tradición es una especie de lealtad hacia un pasado único en camino a convertirse en eterno, una lealtad hacia un obsoletismo definitivo en el cual el tiempo no hace sino alejarnos más de lo real de lo actual. Este tradicionalismo, vuelve la mirada hacia un pasado encuadernado ya en la historia, en donde brillaba en todo su esplendor aquella tradición revelada. Para éste tradicionalismo, todo cambio implica la corrupción del contenido original, por lo que se opondrá sistemáticamente al mismo. Un fundamentalismo masónico.
No es suficiente, para el tradicionalista, defender la incorruptibilidad de aquellos elementos esenciales que determinan, a su entender, a la raíz del grupo. Para él es vital, impedir cualquier modificación constituyendo una edad de hilo institucional.
En la Masonería encontramos estas dos tendencias al momento de interpretar la tradición, y por ello, tenemos una Masonería tradicionalista y otra Masonería que, derivándose de la primera, se convierte en «liberal», propiciando la Masonería Femenina y más tarde la Masonería Mixta.
Aunque los ritos, símbolos, usos y costumbres son exactamente los mismos en una Masonería tradicionalista -ortodoxa fundamentalista regular- que en una liberal, el elemento diferenciador más importante es el de la aceptación iniciática de la mujer.
La Masonería es una ciencia iniciática creada por el hombre conteniendo ciertas características desde su institucionalización, sin constituirse como elementos esenciales del método Masónico y en consecuencia sujetas de adecuación al nuevo escenario que genera la presencia de la mujer en la Orden. El objetivo del trabajo masónico es identificar a nuestro ser superior en el espejo de nuestra conciencia, nuestro Yo, una odisea en pos de nuestra auténtica humanidad, nuestra Piedra Cúbica, una balance armónico perfecto entre cuerpo y espíritu.
Esto solamente es alcanzable si en ese camino somos capaces de ir descubriendo y luego ir superando todas esas aristas que son los apriorismos sobre los que basa nuestro Yo. De esta forma inexorable encontraremos que nuestra visión pan sexual, verbigracia machismo o feminismo, sea nada más que un concepto de biblioteca, un academismo que nos permita al fin tomar conciencia de que como masones debemos estar sobre este tema y no dentro de este tema. Hoy en día en que la mujer como ser humano ha sido develada, ha aflorado como por acción refleja el masculinismo, produciéndose, por reacción, una pugna una polémica, que ha hecho intolerable aplazar este tema, la última arista, el último resquicio de la intolerancia. La mujer no es una adversaria del hombre, y por tanto es parte imprescindible de la sociedad, de la humanidad y de la francmasonería, y parte constitutiva de la cosmogonía masónica.
La revolución máxima de la sociedad contemporánea del siglo anterior es, indudablemente, la paridad de derechos y deberes entre hombre y mujer, derechos limitados a las féminas durante mucho tiempo. No obstante aún subsiste hoy por hoy, en muchos lugares del mundo, discriminación y vejaciones a la mujer en sus derechos más fundamentales.
Hasta fines del siglo XIX, la presencia de la mujer en la masonería estaba limitada a una colaboración en obras sociales auspiciadas por sus maridos en Logia; una labor complementaria y prescindible, masónicamente hablando, el acceso al conocimiento y rituales Masónicos le estaba prohibido por completo.
Existen evidencias históricas suficientes para aseverar que la exclusión total de la mujer de la masonería se gestó a partir del proceso transitivo entre masonería operativa y masonería especulativa.
Masonería Femenina en Francia
MUJERES MASONAS
Karen Kidd13 realiza un excelente trabajo de recopilación acerca lo que se sabe de mujeres masonas anteriores a 187614. Buena parte de los datos de este artículo fueron tomados de ese libro o, al menos, fueron encontrados gracias a las pistas que esa autora proporciona.
Las guildas de constructores eran organizaciones predominantemente masculinas, pero existían varios casos para que una mujer pudiera acceder a una de ellas: podía aprender el oficio directamente de su padre y una viuda podía suceder a su marido en todos los aspectos administrativos, como la contratación y pago de obreros y compañeros15. Incluso hay registros de una mujer no hija de masón constructor que fue admitida como aprendiz en un taller y pagó su cuota respectiva a la guilda.
El siguiente recuento cronológico de Kidd muestra la presencia de la mujer en la masonería operativa:
1256: aparece una referencia a “Gunnilda la masona” de Norwich (“Gunnilda the Mason”) en los registros públicos de ese año (Close Rolls Calendar).
1318: la leyenda sitúa en esta fecha a Sabina von Steinbach, la hija del maestro constructor Erwin von Steinbach, el arquitecto a cargo de la construcción de la catedral de Nuestra Señora de Estrasburgo, quien es contratada para esculpir las alegorías de la Sinagoga y la Iglesia en el frontispicio de esa catedral, entre otras figuras.
1389: algunas cláusulas en el certificado de la guilda de masones de Lincoln usan repetidamente el vocablo “hermanas” junto a “hermanos”.
1390: el manuscrito Regius o Halliwell instruye a los masones para que se traten unos a otros como “hermano y hermana”.
1408: en los registros de la guilda de Corpus Christi de York se les indica a los aprendices obedecer al “Maestro o Dama o a cualquier otro masón”. Se sabe que la palabra “Dama” no era utilizada para describir a la esposa de un masón, sino que era el equivalente femenino a un “Maestro”.
Inicios del siglo XVII: el manuscrito de Harley, bajo la sección que se refiere a los aprendices, ordena que el nuevo aprendiz no revele los consejos o secretos confiados por el Maestro o la Dama.
1663: la viuda Margaret Wild aparece como miembro de la Compañía de Masones de Londres.
1683 (17 de abril): en el registro de las minutas de la logia operativa que se reunía en la capilla de María de Edimburgo (Escocia) se establece que la viuda de un masón podía ocupar la posición de Dama o
13 En su libro Haunted Chambers: the Lives of Early Freemasons (2009).
14 Fecha en la cual la masonería mixta (comasonería) y la masonería femenina comenzaron a existir.
15 ‘journeymen’: jornaleros.
The Master Mason woman, grabado de la época.
The Carver Woman at the craft
Maestra, equivalente a la posición de Maestro, para hacer contrataciones y proseguir la administración de los proyectos de su fallecido esposo.
1693: el manuscrito de York # 4, al referirse al aprendiz, describe cómo “él o ella (se)” debe moverse durante su ceremonia de aceptación en la logia. Esta polémica palabra fue interpretada por los masones masculinos del siglo XIX como un error del copista quien, en su opinión, debió escribir “ellos” (they).
1696: los nombres de dos viudas aparecen en el libro de registros de los masones (Mason’s Court book record).
1713-1715: numerosos aprendices son asignados a maestras masonas según los registros de la Venerable Compañía de Masones (Worshipful Company of Masons) en el manuscrito 5984 de la biblioteca del salón de las guildas en Londres (Guildhall Library).
1713: la compañía de masones de Londres registra como aprendiz a Mary Banister, hija de un barbero en Barking. Su periodo de aprendiz se extendió durante siete años y ella le pagó a la compañía cinco chelines. En ese mismo año, la compañía registra la pertenencia de otras mujeres.
Los registros de mujeres en la masonería operativa se acaban al inicio del siglo XVIII; coincidentemente, por esas mismas fechas, una mujer es iniciada por primera vez en una logia simbólica: en 1712, según su lápida, la señorita Elizabeth St. Leger es admitida en la logia simbólica de su padre, el conde St. Leger.
Autores masónicos de tan alta reputación como Albert Mackey (1873/1921, 1906), Robert F. Gould (1936) y Edward Conder (1895) refieren la historia de la señorita Elizabeth St. Leger, también llamada “la mujer masón” (the Lady Freemason).
Elizabeth es una de las pocas mujeres iniciadas en la masonería durante el siglo XVIII, años antes de la era Anderson que inauguran la masonería especulativa moderna. De hecho, la historia de Elizabeth es considerada una de las pruebas de que en Irlanda ya funcionaban logias simbólicas antes de Anderson.
La historia de la señorita St. Leger está rodeada de misterio: circulan varias versiones, todas anecdóticas y, sin duda, ninguna cercana a la verdad. Todas tienen algunos rasgos en común: Elizabeth era una joven mujer que todavía no se había casado; por azar (según unas versiones) o por alevosía (según otras) presenció una reunión masónica desde un escondite y, al tratar de escapar, fue descubierta por los masones quienes, tras una larga discusión, resolvieron acogerla en su organización para impedir que revelara sus secretos.
Elizabeth se casó en 1713 con Richard Aldworth y a partir de ese momento adoptó su apellido. La joven y traviesa Elizabeth, según cuentan sus descendientes, siguió perteneciendo a la masonería hasta su muerte y fue un miembro muy activo de su logia. Su nombre figura en 1744 en la lista de suscriptores del Enquiry de Dassigny, una publicación masónica de la época. Se hizo retratar con sus aperos masónicos, e incluso su mandil se conserva todavía, ahora en exhibición en el museo del centro masónico de Irlanda en la calle Tuckey, en la ciudad de Cork.
En la catedral de San Finbarre, en Irlanda, yacen sus restos. Ahí se encuentra todavía una placa que reza:
En piadosa memoria de la honorable Elizabeth Aldworth, esposa de Richard Aldworth of Newmarket Court. Co. Cork. Esq., hija de Arthur, primer vizconde Doneraile. Sus restos yacen cerca de este sitio. Nacida en 1695. Fallecida en 1775. Iniciada en la Francmasonería en la logia No. 44 en Doneraile Court, en este condado, 1712 d. C.
La familia Saint Leger era una antigua casa anglo-normanda con uno de los pedigríes mejor autenticados de su época. Era una familia de nobles con una
Elizabeth St. Leger – Aldworth
larga tradición. Su padre y sus hermanos eran masones y, según se dice, celebraban reuniones masónicas en su casa. En otras palabras, Elizabeth no era descendiente de una familia cualquiera y este hecho debería tomarse en consideración: no era una sirvienta, esclava o mujer de baja condición. Las diferentes versiones de la anécdota subrayan la soltería de Elizabeth: era libre de decidir por sí misma si su padre y sus hermanos le daban la opción, porque todavía no estaba atada a la voluntad de un esposo.
Según varias versiones sobre esta historia las más conocidas son la publicada por Edward Conder en 1895 en el octavo volumen de las memorias de la logia Quatuor Coronati de Londres (Transactions of the Quatuor Coronati Lodge of London); y por Mackey en La Enciclopedia de la Francmasonería. Lo que se anota a continuación es un resumen de la historia.
En una ocasión, durante una época en que se estaban realizando remodelaciones en la casa, el vizconde Doneraile se reunió con sus hijos y algunos amigos. La reunión masónica se llevaba a cabo en una amplia habitación en el primer piso de la casa. Al lado había una pequeña biblioteca separada de aquella por una pared. Las puertas de ambas habitaciones daban al vestíbulo y estaban muy cerca una de la otra. Los arreglos de la casa habían requerido remover algunos paneles de la pared del salón grande, por lo tanto, en algunos puntos de la pared cuyos arreglos no habían finalizado, había ladrillos puestos en su lugar pero todavía sin pegar con mortero.
En esa tarde de invierno, Elizabeth había pasado varias horas leyendo junto a la ventana de la biblioteca cuando la tenida se inició y movida por las voces se dio cuenta de que podía observar a través de los ladrillos sobrepuestos en la pared en obra, movida por la curiosidad y con unas tijeras removió con cuidado los ladrillos de la pared y, cómodamente situada, observó los trabajos de los primeros dos grados.
En este punto de la historia, Conder enfatiza el hecho de que las acciones de Elizabeth fueron totalmente fortuitas, no sabía que su padre se reuniría ahí con los masones y fue movida por una curiosidad inocente, irresistible y cándida. No era posible calificar sus actos de crimen o acción voluntaria para tratar de apropiarse de los secretos de los masones. Este dato, sencillo como parece, es crucial en la justificación de la decisión de la logia.
Durante todo el tiempo, Elizabeth contempló en silencio absoluto todo cuanto ocurría, hasta que la solemnidad del evento –era una iniciación y un adelanto– la hizo tomar conciencia de que ahora guardaba información secreta que ningún miembro de la orden masónica podía revelar. Y viendo que aquello llegaba a su fin, comprendió que lo mejor era retirarse cuanto antes, en secreto; pero se puso nerviosa y temiendo por su vida casi se desmaya; pero lo peor fue que, en la oscuridad, se tropezó con algo, tal vez una silla o algún mueble decorativo. El masón que montaba guardia en la entrada la escuchó y la descubrió al instante, seguido por los demás francmasones. Elizabeth desmayada fue reconocida primero por uno de sus hermanos y éste abogó por ella, los masones al ver la condición de la pared comprendieron lo sucedido.
Enfurecidos, los masones discuten durante al menos dos horas qué hacer. Finalmente toman la decisión de hablar con ella primero y ofrecerle pertenecer a la masonería. Si ella se rehusaba, los emisarios tenían la orden de regresar para seguir discutiendo qué medidas tomar. Para su suerte, Elizabeth aceptó y recibió los dos primeros grados de la masonería. Los mismos que había espectado subrepticiamente.
Los relatos que nos llegan provienen todos del siglo XIX, más de cien años después de los eventos referidos, cuando ya era ampliamente difundido y aceptado que la masonería era una actividad exclusivamente masculina. Anderson ya se había cargado a todas las mujeres incluyéndolas en su lista de personas no libres y, por lo tanto, con base en esos Landmarks dictados en 1717, ninguna logia masónica regular iniciaba mujeres.
Este relato sobre la iniciación de Elizabeth St. Leger-Aldworth fue escrito por hombres y dados a conocer en publicaciones dirigidas a masones de órdenes exclusivamente masculinas. Tal vez por esta razón todos parecen tener algo implícito: la necesidad de explicar o justificar los motivos por los que estos eventos ocurrieron. No hablamos solamente de haber admitido a Elizabeth en sus filas, sino de haberle
permitido quedarse ahí, recibir al menos el segundo grado y, según algunas sospechas, haber ocupado la silla de Salomón, máximo cargo en una logia masónica.
Así, en esta historia, los masones (todos hombres) se ven supuestamente obligados a admitir a Elizabeth en su orden y quedan elegantemente eximidos de la culpa que supondría admitir cualquier otra razón para este evento singular. Habría sido vergonzoso e inexplicable, luego de las constituciones de Anderson y de que la masonería irlandesa se uniera a la Gran Logia Unida de Inglaterra, que una logia aceptase de su libre voluntad a una mujer, aunque hubiese ocurrido en el siglo anterior y bajo otras reglas.
Puesto que fue imposible encubrir la pertenencia de Elizabeth a la masonería, dado que la existencia de pruebas materiales la hacía irrefutable, ningún de estos relatos admite la posibilidad de que Elizabeth hubiese pedido ingreso por su propia voluntad, que su solicitud haya sido considerada y que, por mérito propio y como lo haría cualquier otro masón libre, se haya ganado el respeto de sus compañeros y los grados masónicos a los que su trabajo le daría derecho. Y, sin embargo, algo de esto permanece en los relatos, puesto que los autores se cuidan de explicar dos detalles: que hubo deliberaciones por parte de la logia completa para decidir si la aceptaban o no y que a la joven se le preguntó si quería o no formar parte de la organización.
En otras palabras, después de todo, fue admitida según los procedimientos y principios de una Logia masónica regular.
Elizabeth era una mujer noble, reconocida por su caridad. Se puede especular que su lugar en la sociedad de la época era tan prominente que no pasó inadvertida, como la mayoría de sus contemporáneas, y por eso todavía hoy la recordamos. Si hubiese sido hombre, nadie habría dudado de su mérito para ser admitida en la masonería. Pero como era mujer, fue necesario justificar su ingreso como una historia anecdótica e inocente para no levantar sospechas en una sociedad preeminentemente masculina.
La historia de Elizabeth es un ejemplo de las contradicciones de una época, esforzada en encubrir la verdad sobre su admisión en la masonería –ahora irrecuperable las actas ya no existen más–, se observa la posible supervivencia de una práctica antigua y la realidad de que el ser mujer no es un impedimento insalvable para llegar ser un masón digno.
CONCLUSIÓN
La visión prospectiva del intelecto consiste en ver hacia adelante no hacia atrás, en ser polivalente y no mono válida, en ser libre antes que paramétrica, en dejar expresarse antes que acallar; porque el progreso es justamente eso, una progresión hacia un mundo más perfectado, con todos los parabienes y tal vez nuevos sinsabores que lo incierto trae. El conocimiento nace por una lucha de contrarios, una discusión dialéctica, la mente humana está diseñada para eso, para conocer contrastar y validar. La mujer, largamente olvidada y menoscabada, ha conseguido en menos de un siglo lo que el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Hoy día ya sabemos que nuestros cerebros –el masculino y el femenino- no funcionan igual, pero que pensando juntos son complementarios, no hablo de machismo ni de feminismo ni de igualdad, hablo de equi-valencia, de equiparidad, de formar equipo entre hombre y mujer. Así que, simplemente, la relegación de la mujer a lo largo de la historia ha sido voluntad de hombres en el fondo misóginos que pensaban, en el fondo, que la mujer es un enemigo insospechadamente poderoso. Dando, ellos mismos el real y temeroso valor a su contrario, la mujer.
Hoy en día en que estamos inmersos en un vertiginoso avance de logros tecnológicos y científicos, vemos con más claridad y justicia el protagonismo que la mujer está ya ejerciendo, en los negocios, en la política, en los ejércitos, en la ciencia, en todo campo humano está la mujer. Hoy en día no podríamos subsistir sin el rol activo de la mujer en todas las áreas, a excepción de alguna, a llamar, una isla ortodoxa ó fundamentalista en la humanidad, como lo es la religión pero no todas las religiones, y debemos, tal vez, incluir lastimosamente a la masonería pero felizmente no a toda ella.
i ANEXO 1 : Los Landmarks según Albert Gallatin Mackey.
*Publicados en la revista trimestral americana de la Francmasonería (Oct. 1958, volumen II, pág. 230 y ss.). Se incorporaron a su libro de texto de Jurisprudencia Masónica (Ad literam publicata). Fe de su publicación original.
**Traducidos al español serían: (los aspectos dilatorios del texto se han suprimido entre corchetes [ ] )
I. Los medios de reconocimiento son, de todos los Landmarks, los más legítimos e incuestionables. No admiten variación. Y si alguna vez han sufrido alguna alteración o adición, la maldad de tal violación de la ley antigua, se ha manifestado posteriormente por sí misma.
II. La división de la Masonería Simbólica en tres grados es un Landmark que ha sido conservado mejor que cualquier otro; aunque también en este caso el espíritu malévolo de la innovación ha dejado sus huellas. […] en la enseñanza final del grado de Maestro. Y el Arco Real de Inglaterra, Escocia, Irlanda y América, así como los altos grados de Francia y Alemania,[…] la Gran Logia de Inglaterra vindicaron el Landmark, decretando solemnemente que la Masonería del gremio antiguo constaba de tres grados: aprendiz iniciado, compañero del gremio y maestro masón, […].
III. La leyenda del tercer grado […] cuya integridad ha sido bien preservada. No existe Rito de la Masonería, practicado en cualquier país o idioma, en el que los elementos esenciales de esta leyenda no se enseñen. Las lecturas pueden variar y, en efecto, su cambio se verifica constantemente. Pero la leyenda, substancialmente, ha permanecido siempre la misma. Siendo necesario que así sea, pues la leyenda del Arquitecto del Templo constituye el punto esencial e identidad de la Masonería. Cualquier Rito del que fuese excluido o alterado materialmente, cesaría desde ese momento, por la exclusión o alteración, de ser un Rito masónico.
IV. El Gobierno de la Fraternidad por medio de un presidente llamado Gran Maestro, el cual es elegido del cuerpo del gremio […]. Muchas personas suponen que la elección del Gran Maestro se efectúa como consecuencia
de una ley o reglamentación de la Gran Logia. Pero ese no es el caso, en absoluto. El cargo debe su existencia al Landmark de la Orden. Los Grandes Maestros o las personas que desempeñan las funciones bajo diferente pero equivalente título, se encuentran en los registros de la institución desde mucho antes de que las grandes logias fueran establecidas. Y si el sistema actual de gobierno legislativo de las grandes logias fuese abolido, aun seguiría siendo necesario el Gran Maestro.
V. La prerrogativa del Gran Maestro de presidir todas las asambleas del gremio, en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Es, en consecuencia de esta ley derivada de la costumbre antigua y no de ningún mandato especial, por lo que el Gran Maestro asume el Poder o, como se llama en Inglaterra, “el Trono”, en todas las reuniones de la Gran Logia. Y de ella le viene el derecho también a presidir todas las logias subordinadas en las que esté presente.
VI. La prerrogativa del Gran Maestro de conceder dispensa para conferir grados en ocasiones irregulares. Conforme a las normas establecidas por la ley de la Masonería se requiere un mes u otro período determinado, entre la presentación de la petición de aumento de grado y la elevación del candidato. Igualmente ha de pasar un tiempo mínimo para pasar de un grado al superior. Pero el Gran Maestro tiene poder para dispensar del cumplimiento de esos períodos y permitir que el candidato sea iniciado a un grado superior. Esta prerrogativa la poseía el Gran Maestro desde antes de la existencia de la ley que marca los períodos de cadencia, y como ninguna norma puede degradar sus prerrogativas, aún conserva el poder.
VII. La prerrogativa del Gran Maestro de dar dispensas para la apertura o disolución de las logias. Puede conceder, en virtud de esto, a un número suficiente de masones, el privilegio de reunirse en asamblea y conferir grados. Las logias de este modo establecidas, se llaman “logias de dispensación”.
VIII. La prerrogativa del Gran Maestro de crear masones a primera vista. […] Existe un mal entendimiento en relación con este Landmark que ha llevado, a veces, a negar el mantenimiento de esta prerrogativa en la jurisdicción donde tiene su sede el Gran Maestro. Pero debe de quedar claro el derecho a ejercer dicha prerrogativa sin la oposición u observación menor.
IX. La necesidad de los masones de congregarse en logias. No debe entenderse con esto que la señal antigua ha sido formada como consecuencia de la organización permanente de logias subordinadas, rasgo característico de la organización masónica en nuestros días. Las señales de la Orden prescriben desde siempre que el masón debe periódicamente congregarse con el propósito de realizar el trabajo activo o especulativo, y que estas congregaciones se llaman logias. Antiguamente, estas juntas eran extemporáneas y se reunían para fines específicos, disolviéndose una vez cumplido el objetivo; separándose por lo tanto los hermanos y reuniéndose en otras ocasiones u en otros lugares, de acuerdo con la necesidad o circunstancias. Los poderes de constitución, estatutos, oficiales permanentes, y reuniones anuales son innovaciones modernas fuera del todo de las señales, y dependientes totalmente de los actos especiales de un período comparativamente reciente.
X. El gobierno del gremio, siempre que se congregue en Logia, por un Maestro y dos Vigilantes. La congregación de masones reunidos bajo cualquier otro gobierno, por ejemplo, como el de presidente y vicepresidente, o regidor y sub-regidor, no sería reconocida como Logia. La presencia del Maestro y de los dos Vigilantes es tan esencial para la válida organización de la Logia como el Poder de la constitución en nuestros tiempos. Los nombres, por supuesto, varían en los diferentes idiomas. Pero los oficiales, su número, prerrogativas y deberes son en todas partes idénticos.
XI. La necesidad de que siempre que se reúnan todas las logias, sean debidamente vigiladas. La necesidad de esta ley tiene su origen en el carácter esotérico de la Masonería. Por lo tanto, el deber de guardar la puerta y vigilar a los cobardes y escuchas es antiguo […].
XII. El derecho de todo masón de ser representado en todas las juntas generales del gremio, y de instruir a su representante. Anteriormente, estas juntas, que por lo general se reunían una vez al año, se llamaban asambleas generales y a toda la fraternidad, aun al aprendiz iniciado más joven, se le permitía estar presente. Ahora se llaman “Grand Logia” y únicamente los Maestros y Vigilantes de las logias subordinadas son admitidos. Pero esto es
simplemente como representante de sus miembros. Originalmente, cada masón se representaba por sí mismo. En la actualidad es representado por sus oficiales.
XIII. El derecho de todo masón de apelar a la decisión de sus hermanos de logia, a la Gran Logia ó Asamblea General de masones, es una señal sumamente esencial para la preservación de la justicia, y para evitar la opresión. Algunas Grandes Logias modernas, al adoptar el reglamento de que la decisión de las logias subordinadas, en caso de expulsión no puede diferirse por medio de apelación, viola incuestionablemente la señal, así como los principios del gobierno justo.
XIV. El derecho de todo masón de visitar y sentarse en toda logia. A esto se le llama “el derecho de visita”. Este derecho, por supuesto, puede ser alterado o suspendido en casos especiales y por diversas circunstancias. Pero cuando se niega la admisión a un masón en el pleno disfrute de sus derechos, es necesario que se deba a alguna razón suficiente y razonable, y deberá exponerse el porqué de la violación de lo que es, en general, un derecho masónico.
XV. Es una señal de la Orden, que ningún visitante desconocido de los hermanos como masón, puede entrar en la logia sin pasar primero por el examen, de acuerdo con la costumbre antigua. Por supuesto, si el visitante es conocido de algún hermano de los presentes como masón en uso de sus derechos, y si ese hermano testifica sus calificaciones, puede dispensársele del examen, pues la señal se refiere únicamente a los casos de extraños.
XVI. Ninguna logia puede intervenir en los asuntos de otra logia, ni conferir grados a hermanos que sean miembros de otra logia. Es una señal antigua, fundada en los grandes principios de la cortesía y bondad fraternal, que son la base de nuestra institución. La señal ha sido reconocida repetidas veces en épocas posteriores, de conformidad con las disposiciones de los estatutos y decretos de todas las Grandes Logias.
XVII. Todo francmasón está sujeto a las leyes y reglamentos de la jurisdicción masónica en la que resida, […] pudiendo [inclusive el] no ser miembro de ninguna logia [existente en su lugar de residencia]. La falta de afiliación no excluye al masón de la sujeción a la jurisdicción masónica.
XVIII. Ciertas calificaciones de los candidatos para la iniciación se derivan de la Señal de la Orden. Estas calificaciones se refieren a que debe ser un hombre no mutilado; de nacimiento libre, y de edad madura. Por consiguiente, la mujer, el que ha perdido el uso de sus facultades, el esclavo o el que ha nacido en cautiverio, están descalificados para la iniciación en los ritos de la Masonería. Los estatutos, es cierto, han decretado de vez en cuando, ya sea vigorizando o explicando estos principios. Pero las descalificaciones provienen de la propia naturaleza de la Institución masónica y de sus enseñanzas simbólicas, y han existido siempre como señales.
XIX. La creencia de la existencia de Dios como el Gran Arquitecto del Universo […]. Ha sido siempre admitido que la negativa de la existencia del Poder Supremo como Autoridad Preeminente es una descalificación absoluta para la iniciación. Los anales de la Orden nunca han otorgado hasta la fecha, ni podría contemplar el caso de que un ateo declarado fuese constituido masón. Las mismas ceremonias [contenidas en los rituales] de iniciación al primer grado prohíben y desde luego impiden la posibilidad de tal incidente.
XX. […] la creencia de la resurrección a la vida futura. Esta señal no es impresa tan positivamente al candidato por las palabras exactas como la precedente. Pero la doctrina que se enseña por inducción es perfectamente clara, y comprende el sistema entero del simbolismo de la Orden. El creer en la Masonería, y no creer en la resurrección, sería una anomalía absurda que solamente podría explicarse por medio de la irreflexión, pues aquel que confunde de este modo su creencia y su escepticismo, es tan ignorante del significado de ambas teorías, como si no tuviese principio racional para el conocimiento de una cosa o de la otra.
XXI. […] un “Libro de la Ley” debe constituir una parte indispensable del mobiliario de toda Logia. Digo deliberadamente ”Libro de la Ley”, porque no se requiere que en todas partes se usen los Testamentos Nuevo y Antiguo. El “Libro de la Ley” es ese volumen que, por religión del país, se cree contiene la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto del Universo. Por lo que, en todas las logias que existan en los países cristianos, el “Libro de la Ley”
se compone del Antiguo y Nuevo Testamento. En un país donde el judaísmo fuese la fe predominante, el Antiguo Testamento sería suficiente y, en los países mahometanos y entre los masones mahometanos, podría ser sustituido por el Corán. La Masonería no pretende interponerse con la fe religiosa de sus discípulos, excepto en los que se relaciona con la creencia en la existencia de Dios, y en lo que necesariamente se relaciona con esa creencia. “El Libro de la Ley” es para el masón Especulativo su tablero de trazado espiritual pues sin este no puede laborar. Y cualquier cosa que cree ser la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto constituye para él este tablero espiritual, y debe estar siempre delante de él en sus horas de labor especulativa, pues es regla y guía de su conducta. Por consiguiente, la señal, requiere que el “Libro de la Ley”, código religioso de la misma especie, designado como el ejemplar de la voluntad manifiesta de Dios, debe formar una parte esencial en el mobiliario de toda logia.
XXII. La igualdad de todos los masones […]. Esta igualdad no se refiere a ninguna subversión de esas graduaciones del rango que han sido constituidas por el uso de la sociedad. El monarca, el noble, o el caballero, tiene derecho a ese afecto y, por lo mismo, se le otorga el respeto, que corresponde justamente a su posición. Pero la doctrina de la igualdad masónica implica que, como hijos de un Padre supremo, nos reunimos en la logia con la misma igualdad, -bajo esa igualdad en la que todos nos conducimos a un sólo fin predestinado. Pues, en la logia, los verdaderos méritos reciben más respeto que una opulencia infinita, y la virtud y la inteligencia únicamente los que serían recompensados con la preeminencia. Una vez que las labores de la logia hayan terminado, y los hermanos se hayan retirado de su soledad pacífica para confundirse de nuevo con el mundo, cada uno vuelve a su posición social y ejerce los privilegios de ese rango, cuyas costumbres le otorga la sociedad.
XXIII. La discreción de la Institución. Es otra señal y la más importante, de forma que la discreción absoluta es algo inherente a la Masonería, existiendo con ella desde su misma fundación, y protegida por ella por medio de sus señales antiguas. Si es desposeída de su carácter secreto pierde su identidad y cesa de ser Francmasonería. Por consiguiente, todas las objeciones que puedan hacerse a la Institución en lo relativo a su discreción deben de ser rechazadas. […] un cambio de tal naturaleza ocasionaría el suicidio social y la muerte de la Orden. La Francmasonería, que como asociación secreta ha vivido inalterable por signos, no permanecería por muchos años como una sociedad libre y abierta.
XXIV. Una ciencia especulativa aplicada del arte activo, el uso simbólico y la explicación de los términos de ese arte con los propósitos de enseñanza religiosa o moral, constituyen otra señal de la Orden. El templo de Salomón fue la cuna simbólica de la Institución, y, por lo tanto, la referencia de la Masonería activa que construyó ese magnífico edificio, a los materiales y herramientas que fueron empleados en su construcción, todas son partes componentes y esenciales de la Francmasonería que no podrían substraerse de ella sin ocasionar la destrucción completa de la identidad entera de la Orden. Por lo que, todos los Ritos comparativamente modernos de la Masonería, como quiera que difieran en otros conceptos, conservan religiosamente esta historia del Templo y estos elementos activos.
XXV. […] estas señales nunca pueden ser cambiadas. Nada puede ser sustraído de ellas -y nada puede ser adherido a ellas-. Ni la menor modificación puede efectuarse en ellas. Del mismo modo que nos fueron otorgadas por nuestros predecesores, del mismo modo estamos obligados por los compromisos más solemnes del deber a trasmitirlas a nuestros sucesores. Ni un sólo ápice de estas leyes escritas puede ser revocado o abolido pues, en lo que se refiere a ellas, no solamente estamos obligados sino que deseamos adoptar la frase de los atrevidos barones antiguos de Inglaterra “Nolumus leges mutari” (No pretendemos cambiar a las Leyes).