FRATERNIDAD

 

Los conceptos de libertad y de igualdad deben ser definidos y regulados por la Constitución de cada país mientras que el concepto de fraternidad, sucede entre la mayoría de los seres humanos, es no menos que una virtud, valor ó una meta que aún se está por conseguir, donde el amor entre los seres humanos debe ser más fuerte que la ambición de unos por aprovecharse de otros desplegando para ello sentimientos de ambición y dominio.

Si nos damos cuenta solo en los países en que la Libertad y la Igualdad se han regulado y desarrollado plenamente, puede que nazca internamente la Fraternidad que, se inicia en uno mismo y se expande hacia los demás, como la onda al golpear un espejo de agua quieta.

La esperanza de la humanidad actual debe ser la conquista de la Fraternidad, puede esto lograrse mediante el cambio en las relaciones económicas que destruyen y modifican la esencia compasiva y solidaria del propio ser humano, se debe cambiarlas por unas relaciones socioeconómicas que estimulen la colaboración en lugar de la competencia, la solidaridad en lugar del individualismo; pero estas nuevas relaciones económicas no pueden surgir en un país aislado, pues el sistema mundial se basa en la competencia entre naciones y en la actitud de hacer prevalecer los intereses de unos sobre otros, por tanto, la conquista de la fraternidad implica un cambio en el pensamiento a escala planetaria y en el que deben estar implicado todo el género humano.

El artículo primero de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, votada por la Convención Nacional francesa el 23 de junio de 1793, definía la felicidad como una meta colectiva declarando: El fin de la sociedad es La Felicidad Común.
La Felicidad Común, suena como la novela de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, en la que una nueva cultura que está por llegar y es radicalmente diferente del concepto de felicidad individual actual. La cultura actual, predominante neoliberalista, tiene como meta la felicidad individual; de tal manera, que una persona puede considerarse feliz en medio de personas desgraciadas. Este concepto de la felicidad, totalmente erróneo y egoísta, se sustenta en el individualismo y los métodos para alcanzarla pueden basarse en la explotación y el sufrimiento de otras personas.

La felicidad común es inherente al sentimiento de fraternidad, éste suscita en el ser humano la angustia de la infelicidad al ver que otros la padecen por distintos motivos y busca en la solidaridad, en la compasión y en la hermandad el ansiado estado de felicidad; por ello, es contraria a la ambición que conlleva infortunio a otras personas.

La felicidad es la meta máxima del ser humano como persona y como género, pues supone el final de todo lo que degrada la esencia humana y le aparta del sentimiento de la fraternidad universal.

La felicidad común solo será posible cuando el sentimiento de fraternidad predomine en todo el género humano; y, es la prevalencia de este sentimiento conjuntamente con la acción política transformadora en favor de la conquista de la fraternidad universal, los rasgos que debieran definir a los que aspiramos a alcanzar una civilización mundial próspera y fraterna entre los seres humanos en armonía con el medio ambiente.